miércoles, 15 de agosto de 2012

Muerte al cloro y al cartón-piedra.






Lo cierto es que cuando los veranos ya se empiezan a mostrar moribundos dan ganas de tararear todas las canciones melancólicas del mundo, de ser siempre jóven, de buscar estrellas que han decidido llover(se) y bañarse en el mar a oscuras hasta que la piel se te ponga de gallina. Es necesario descubrir el placer de dormir sin mesita de noche, de no peinarse y de notar el regusto salado del agua en los labios, de despreciar el cloro, porque hay que comprender que la vida va de eso y de abandonar a ratos el cartón-piedra para tumbarte sobre las rocas, que se te clave alguna en el costado y te deje marca. Porque además del pasado, del presente y del futuro, hay algún otro tiempo que se sitúa entre el azul del mar y el del cielo, yo creo que tiene un poco que ver con la inmortalidad y con Proust.