domingo, 13 de enero de 2013

Al Este.

En dosmildoce se abrieron unas cuantas brechas en el suelo, de esas en las que un pie se queda en cada uno de los lados y tienes que decidir hacia cual de ellos saltar para evitar caerte en medio. Micah P. Hinson le puso melodías al día más triste, aprendí que la muerte simplemente ocurre y las señales cósmicas nos hicieron abrir los ojos. Llegó el momento de sentirse aplastada por la rabia, los días azules se volvieron cada vez más lejanos, los conceptos inquebrantables se convirtieron en más basura en el cubo y la única conclusión que saco es que aunque sigo sin tener la certeza de que el Sol saldrá mañana, lo único que queda es esperar mirando al Este.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Muerte al cloro y al cartón-piedra.






Lo cierto es que cuando los veranos ya se empiezan a mostrar moribundos dan ganas de tararear todas las canciones melancólicas del mundo, de ser siempre jóven, de buscar estrellas que han decidido llover(se) y bañarse en el mar a oscuras hasta que la piel se te ponga de gallina. Es necesario descubrir el placer de dormir sin mesita de noche, de no peinarse y de notar el regusto salado del agua en los labios, de despreciar el cloro, porque hay que comprender que la vida va de eso y de abandonar a ratos el cartón-piedra para tumbarte sobre las rocas, que se te clave alguna en el costado y te deje marca. Porque además del pasado, del presente y del futuro, hay algún otro tiempo que se sitúa entre el azul del mar y el del cielo, yo creo que tiene un poco que ver con la inmortalidad y con Proust.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Faquir.



El ansia de respirarle sigue latente en la rutina. En ocasiones como esta, mientras miro el dossier de entidades a examen, abierto por la letra A, se magnifican. Si que le recuerdo, siempre pienso en él como en un faquir de tumba de alfileres, no de cama de clavos. Él me recordará por vomitar arañas, a eso estoy acostumbrada. Sin embargo, otras cosas me son muy ajenas, por ejemplo, a la hora de la verdad, aún tengo las manos tímidas. No tengo aplomo aún para usar la escopeta, poco importa que esté escrito. Hoy pienso que el destino se puede arrugar como un papel de periódico, y mi gata seguro que no duda en jugar con él a lo largo del pasillo. Puedes morderlo, bonita.

martes, 25 de octubre de 2011

Magullar(se).



Los oídos le zumbaban mientras recorría el pasillo del hotel. Había dejado a aquel tipo en la habitación con aspecto de gato magullado. Se podía ahorrar los maullidos, siempre sería mejor eso que acabar con tierra en los pulmones. El pasillo era largo, arrastraba los pies en pasos lentos y descompensados mientras reflexionaba. Si es que se lo había advertido: si te apoyas en mí, ambos caeremos. Y de qué manera se habían estampado contra el suelo, de nada sirvió haber sido buena y tener sus oraciones al día. Le recordaba a aquella novela pequeña de Micah P. Hinson, que cuando escribe completa la P, o a Buffalo 66, pero sin chico guapo y sin botines rojos. 

sábado, 1 de octubre de 2011

Reloj.

Alguna vez acabarás tomando una buena decisión, ya lo decía Woody en aquella película: Hasta un reloj parado acierta dos veces al día.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Yugulares.

Este año las tormentas de verano han sido casi inexistentes por aquí. A partir de ahora, cuando llueva, la ropa se empapará en otoño y a medida que se vaya secando, solo quedarán verbos colgados en las cuerdas, con las pinzas flojas, pendiendo/pendientes de un hilo.
Cuando esto pase, te harás preguntas, observarás para elaborar respuestas, discurrirás, atarás cabos, la mayoría de las veces concluirás mal y yo probablemente solo estaré pensando en sentir una yugular ajena junto a la mía.

Como Drácula.





Como Drácula y como D. y como Roger Sterling. Seguro que como Satán y como Judas Iscariote, el "malo", ya sabes.