sábado, 6 de febrero de 2010

Huesos.

Quizás vivir cada vez más deprisa inevitablemente te lleva a un punto de no retorno, te estancas en un estado de catatonia en el que el mundo pasa por delante de tus ojos y no puedes reaccionar. Hasta que sales de él, a fuerza de recuerdos que nunca pensabas que iban a ser simplemente recuerdos. Se trata del momento en el que el presente se convierte en pasado y tu realidad se difumina convirtiendose en una lista de recuerdos que en mi caso caben en una caja. En una caja que marca un antes y un después. En ella podría meter directamente sus huesos, pero siempre queda menos tétrico guardar cartas y demás.
Muchas veces he pensado en cómo cada una de las células de su cuerpo dejaban de recibir oxígeno y su páncreas se deboraba a sí mismo. De nuevo suena a cuento de terror, pero me hubiera gustado tenerlo en una urna transparente y observar cómo iba desapareciendo. Supongo que se podría considerar algún tipo de necrofilia romántica, apuesto a que mi corazón hubiera seguido latiendo igual de fuerte viendo cómo desaparecía su expresión.





*The great pretender. The Platters.

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